En la laguna costera más grande del país, ubicada entre Barranquilla y Santa Marta, se construyeron tres rutas de turismo de naturaleza comunitario que buscan no solo mostrar la belleza escénica de la zona, sino contribuir a su conservación. Esta propuesta también ha permitido crear empleo local y se ha convertido en una plataforma para el desarrollo de proyectos de restauración o emprendimientos de los más jóvenes.
Vista desde arriba en un mapa, la Ciénaga Grande de Santa Marta da la impresión de ser una isla de agua que se incrustó en el litoral norte del caribe colombiano. Dentro de sus costas en el continente, alberga bosques de manglar, humedales, caños claves para la conexión hídrica de la región, entre otros ecosistemas que hacen parte de la larga definición de la belleza natural y la riqueza biológica de Colombia.
Y aunque se trata de un ecosistema único en el país, que es también el hogar de comunidades pesqueras —algunas de las cuales viven en pueblos palafitos sobre el agua, de modo anfibio, este es un territorio que ha experimentado una gran variedad de problemas sociales, por la falta de oportunidades y la violencia. Esto último se debe a que el complejo lagunar tiene una ubicación estratégica por su conexión con la Sierra Nevada, el río Magdalena y con regiones como los Montes de María que la convirtieron una ruta utilizada por contrabandistas, actores armados como guerrillas, grupos paramilitares y la delincuencia común. “Todo esto rompió el tejido social e incluso con nuestras costumbres como pueblos pesqueros”, relata Gabriela Moreno, habitante de la zona.
A esto se suman los líos ambientales. La sedimentación de canales y la falta de conectividad hídrica —en parte debido a la construcción de la carretera Santa Marta-Barranquilla— así como la contaminación de los ecosistemas, son algunos de las problemáticas que durante décadas han intentado ser remediados por las comunidades y las instituciones locales y nacionales.
En los últimos años, aseguran los habitantes locales, el turismo de naturaleza ha ayudado a enfrentar algunos de estos desafíos. “Las actividades turísticas, en las que se muestra la belleza escénica de la ciénaga, se han convertido en un motor para generar nuevas fuentes de ingreso para las comunidades, pero también para fortalecer procesos de restauración de mangle o de los canales. E incluso ha permitido generar una economía en torno a nuestra cultura gastronómica y cultural”, cuenta Vera Márquez, representante legal de la Fundación Ambiental Mujeres del Magdalena - FUNDAMAG, dedicada a la recuperación de ecosistemas.
Estos emprendimientos en torno al turismo vienen siendo impulsados desde hace una década por programas como el de Desarrollo Local Sostenible de la Unión Europea (2017-2019). En estos se detectó en el sector turístico local una alternativa para generar medios de vida a las comunidades y, al tiempo, fortalecer diferentes instancias de toma de decisiones.
Estas bases fueron recogidas en 2022 por el proyecto Paisajes Sostenibles–Herencia Colombia, que es coordinado por la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), ejecutado por el Instituto de Investigaciones Marinas y Costeras José Benito Vives de Andris – Invemar y WWF, financiado por la Unión Europea y por el Gobierno Nacional con recursos del Fondo Colombia en Paz. Con su despliegue en el territorio se ha materializado esta visión a través del fortalecimiento de emprendimientos locales con el objetivo de consolidar una red de turismo sostenible y con un impacto en el bienestar local.
En uno de sus hitos más recientes, el proyecto, que es implementado por INVEMAR en la Ciénaga Grande, inauguró junto con las comunidades tres nuevas rutas de turismo de naturaleza que permiten a los visitantes conocer los paisajes de la ciénaga y la cultura de sus habitantes en un turismo que busca beneficiar a los locales y a los ecosistemas.
Estas rutas, creadas y hechas por comunidades locales, permiten conocer los pueblos palafitos, la ciénaga, las áreas protegidas de la Vía Parque Isla Salamanca (VPIS), la Laguna de Pajarales, entre otros atractivos turísticos naturales que se pusieron en el mapa como parte de una mirada renovada de la compleja pero fascinante Ciénaga Grande de Santa Marta.
Darle una vuelta a la Ciénaga
Como explica Daniel Guerrero, jefe de la línea de Investigación Valoración Económica del Invemar, la creación de estas redes turísticas se abordó desde la voluntad de las comunidades de construir una propuesta de valor en torno a la ciénaga, y de la cultura que ha surgido en su interior.
“Es un territorio con muchas particularidades, sobre todo en sitios como Buenavista, un pueblo palafítico, que está sobre el agua, donde no hay carreteras, ni gente en bicicletas. Cuando uno va, se ve a la gente salir a colgar la ropa afuera de su casa, gritándole al vecino aprovechando la poca distancia entre las casas separadas por el agua. Entonces, el proceso fue trabajar con las comunidades para ver estos elementos, no como limitaciones, sino como herramientas que se pueden aprovechar y que están llenas de valor”, cuenta Guerrero.
Entre las historias que pueden escuchar los turistas durante sus recorridos están los relatos sobre las denominadas ‘trojas’, que eran espacios de interacción de las comunidades cuando los pescadores regresaban de sus faenas. En estos también se celebraba con bailes típicos únicos de la zona, que se conservan hasta la fecha. Otra de las narraciones que podrán escuchar los visitantes tiene que ver los conocidos “robos de novias”, que, aunque con algunas connotaciones sociales, relata la tradición de construir canoas para, en la noche, sacar a las enamoradas de los pescadores de sus casas ubicada en medio de la ciénaga.
Para consolidar una propuesta en torno a estos elementos, durante los últimos 3 años se realizaron una serie de actividades para fortalecer a estos emprendimientos que venían prestando estos servicios de manera informal, pero que tenían la vocación. Más de 12 emprendimientos y asociaciones locales (seis del corregimiento de Palermo y seis en los pueblos palafitos) participaron en talleres, en los que se divulgaron experiencias como las comunitarias en San Andrés, que se sumaron a visitas de expertos y funcionarios como el viceministro de Turismo. Además de esto, se realizaron mentorías personalizadas y acompañamientos para su formalización y para prestar servicio de calidad a los turistas interesados.
“Entre nosotros decimos que, dos años atrás, éramos otras personas antes de las mentorías, que fueron personalizadas y nos ayudaron a formular proyectos, a entender temas como la contabilidad o cómo promocionarnos en redes sociales”, cuenta Gabriela Moreno, líder de un emprendimiento turístico vinculada al proyecto. “Y uno de los elementos más interesantes fue que nos dieron la perspectiva para, en el desarrollo de nuestras actividades, involucrar a otras personas u otros emprendimientos en torno al turismo”.
Precisamente, uno de los objetivos del Proyecto Paisajes Sostenibles fue crear una red colaborativa de diferentes actores en el territorio, desde las diferentes partes de la Ciénaga Grande de Santa Marta, hasta las personas que se encuentran en la carretera, como en Tasajera.
“Al consolidar estas rutas lo que buscábamos era que los diferentes actores no se pelearan entre sí, y que no se asociaran simplemente en torno a los ingresos, sino en torno a un proyecto para todos. Esto es clave para asegurar la sostenibilidad a largo plazo de un proyecto como estos, en el que se busca que las comunidades mantengan esto andando a lo largo del tiempo”, explica Guerrero, del Invemar.
Sumado a esto, el proyecto también realizó inversiones físicas de dotaciones y elementos de acuerdo con las necesidades puntuales de los emprendimientos para materializar la visión construida por los emprendimientos. Con estos apoyos y trabajo de las comunidades locales, las tres rutas que se encuentran hoy disponibles ofrecen actividades de la cultura local como: folklor, pesca artesanal, restauración ecológica y el aviturismo. Estos son, frecuentemente, liderados por jóvenes y mujeres, en proyectos que han transformado las dinámicas propias de las comunidades.
“Nosotros venimos de comunidades machistas, en la que los hombres tomaban las decisiones y el turismo ha cambiado esto; les ha permitido a las mujeres interactuar con otras personas y trabajar juntos en torno a un objetivo”, explica Moreno, líder de un proyecto de turismo de la zona.
Además de esto, algunos de los participantes del programa aseguran que las redes en torno al turismo han permitido crear una plataforma para potenciar nuevas ideas que llegan en el camino y para alcanzar nuevos mercados.
Hacia un turismo regenerativo
Una de las propuestas que ha surgido en el territorio son los esfuerzos de restauración de ecosistemas. Como lo explica Vera Márquez, líder de Fundamag, con el proyecto Paisajes Sostenibles se ejecutaron acciones para la restauración de ecosistemas de Manglar en el canal Caño Clarín Nuevo, y una intervención para mejorar la conectividad hídrica para restaurar estos ecosistemas afectados por la intervención humana. Todos estos procesos cuentan con monitoreos técnicos para asegurar su efectividad.
Además de esto, se han desarrollado paquetes turísticos en el que los visitantes pueden conocer de primera mano estos procesos de restauración y también participar en la siembra de especies nativas. “Lo que les ofrecemos es dejar una huella en el paisaje. También, en el recorrido les mostramos el vivero comunitario que hemos construido, y claro, los paisajes hermosos del área protegida de Isla Salamanca y los bosques de manglar”, precisa Márquez.
Además de esto, las redes de turismo han permitido articulación con proyectos para descontaminación de la ciénaga, que tiene problemas por la acumulación crítica de plásticos en algunas zonas. De esta manera, con los ingresos de los paquetes turísticos, se financian emprendimientos para la recolección y manejos de residuos sólidos.
“En medio del proceso, se contactó con nosotros el señor Luis Cabrales, quién nos contó que recogía, como cosa suya, los residuos de la ciénaga, pero que lo hacía en una canoa prestada. Entonces, se le consiguió una canoa para que hiciera recorridos periódicos por las zonas más críticas, e incluso se organizó con otros jóvenes que venían haciendo cosas similares en otras partes. Lo que recogen ahora se lleva a Barranquilla donde les dan un dinero por estos materiales”, cuenta Guerrero, del Invemar.
Además de esto, también han surgido emprendimientos para transformar el plástico recolectado en la ciénaga y hacer abanicos, bolsos y otros elementos con las marcas de los emprendimientos locales, para promocionar sus servicios.
Por su parte, las redes de turismo también han permitido que las comunidades ofrezcan servicios por fuera de su territorio. Un ejemplo de esto fue que durante la Cumbre Mundial de Biodiversidad – COP16 que se realizó en Cali, las asociaciones ofrecieron sus servicios para dar talleres sobre los procesos que se están desarrollando en sus territorios, con el propósito de que se puedan replicar o impulsar procesos similares a nivel nacional.
“Un deseo que tenemos, además de esto, es nuestros jóvenes puedan formarse más en temas de restauración, en particular de ecosistemas de manglar. Para que lideren procesos acá, y sobre todo para que se queden en el territorio”, cuenta Márquez, de Fundamag. Con esta visión, las comunidades buscan seguir construyendo y recuperando los ecosistemas que esperan sean cada vez más visitados de manera responsable, y con un impacto positivo para todos.
Desde Bibo de El Espectador lo invitamos a descubrir el mundo respetando sus culturas, cuidando su naturaleza y apoyando a sus comunidades. Por esa razón, le recomendamos buscar experiencias y actividades con impacto social y ambiental la próxima vez que programe sus vacaciones. A través de la etiqueta #HuellaPositiva y las cuentas oficiales de la FAO puede encontrar las diferentes experiencias mencionadas esta nota.
2025-05-09T15:01:15Z